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domingo, 25 de noviembre de 2012

Un relato de Rocío Díaz. 25 de noviembre Día Internacional contra la violencia de Género



25 de Noviembre. Día Internacional contra la violencia de Género.

Hoy os dejo con uno de mis relatos. 

Fue premiado en el X Certamen de Poesía y Narrativa que organiza la Concejalía de Igualdad de Género del Ayuntamiento de Ciudad Real. Modalidad narrativa. 2006.






Una mosca en una tela de araña



Anoche te despachaste bien ¿eh Paco? Pero yo también, yo también.

Anoche te despachaste bien, cuarto y mitad de empujones, medio de patadas, uno de puñetazos y por si quería más caldo me dejaste caer encima los dos platos de sopa que acababa de servir. Aunque eso, figúrate tú la lástima que te daría, ya ni lo sentí. Y pensar que había salido a la carrera hasta la tienda, dejando la olla en el fuego, solo por echarte algún puñadito más de esos fideos finos que te gustan tanto...

Pero qué fatalidad estaba hirviendo, hirviendo dijiste y me la diste a probar para que lo comprobara... Luego, como si te hubiera visto, seguro que saliste corriendo escaleras abajo, escapando a zancadas de quién sabe qué. La verdad es que siempre tuviste buenas piernas ¡Vaya buen mozo que se va a llevar la niña....! decían las vecinas cuando venías a buscarme. Aún sigues teniendo buenas piernas Paco, aún te valen para buscarme las cosquillas ¿verdad? Para encontrármelas allí donde nunca las tuve, en el pecho, en la espalda, en las costillas... siempre buscando bajo la ropa, donde las encuentres o no, luego no se van a ver.

Cosquillas y más cosquillas, para después sin esperar a que me ría, salir corriendo, corriendo escaleras abajo como alma que lleva el diablo.

Y digo yo Paco ¿A santo de qué corres tanto...? ¿Es que aún no te has enterado marido, que de tu sombra no vas a poder escapar nunca?  De la mala sombra jodío, no se escapa tan fácilmente...

¿No dices eso tú siempre? Esa retahíla de que no me vas a dejar escapar, que no me van a valer los embustes, que las mentiras tienen las patitas muy cortas... Ahora que lo pienso, mucho más cortas que las tuyas. Ahora que tengo tiempo de pensar sin tener que colocar todo para cuando llegues...

Y hablando de patas, figúrate nunca me había dado cuenta de cuánto te pareces a las arañas. Y no, no por lo de animal, que para eso no hacía falta pensar tanto, si a eso ya había llegado hasta yo hace tiempo... Esas arañas de patas largas que entran a casa desde el jardín y que hacen esas telas enormes en los rincones en cuánto me descuido. Como tú. Nunca me había dado cuenta de cómo ibas haciendo esa tela a mi alrededor, con los hilos invisibles y resistentes de los reproches y las bofetadas, resulta que ibas tejiendo y tejiendo, con mucha mas maña que yo tejía esos jerséis tuyos durante años y años. Esos jerséis de lana bien abrigados...

Ahora resulta que mientras yo te abrigaba Paco, tú me ibas desnudando de vecinas, amigos y familia, me ibas desnudando del amor ajeno y sobre todo me desnudabas del amor propio. Mientras yo te cuidaba cada vez con mas dedicación, tú me descuidabas con igual o mayor dedicación que la mía, anulándome fuera y dentro de esta casa, anulándome tanto que yo ya tampoco quería salir. Cuánto tiempo me ha costado llegar hasta aquí... Mira que hacía tiempo que no pensaba... Pero ahora veo como hilo a hilo, golpe a golpe, me ibas atando sin remedio a la olla, al fregadero, a la cama... Me ibas dejando poco a poco en el centro mismo de esta casa, en el centro de tu tela de araña,  para que no pudiera escapar...  Atrapada en vida.

Como una mosca. Una mosca pequeña y redonda. Redonda como una alianza de casada, como una sartén, como un cero a la izquierda, como un vacío, un enorme vacío que no se puede apoyar en ninguna parte, que sale rodando, rodando... hacia tierra de nadie.

Por algo me llamabas tú en medio de tus parrafadas: mosquita muerta. Ahora lo entiendo, bien que lo sabías tú. Una mosquita a la que no vas a dejar escapar, “...porque a mi no me valen tus embustes, me decías, cuando tú vas Candela, mira lo que digo, cuando tu vas yo ya he vuelto...”

Y volvías, vaya si volvías, siempre para leerme la cartilla, que eso también lo dices, que me la tienes que leer, que yo soy una ignorante, Paco. ¿O debo decir Francisco?, porque ahora así quieres que te conozcan, “que Paco no es de señores Candela”. Así dices. Mientras me llamas mil veces desde la oficina cambiando la voz, para ver como tomo los recados, si contesto que Paco no está, o no está Francisco. Y has escrito cien, quinientas, millones de veces sobre mi piel “Francisco, Francisco, Francisco...”. Y a fuerza de repetírmelo, a fuerza de sentirlo sobre mí, he aprendido a distinguir.

Aunque ahora que lo pienso, quizás lo he aprendido porque dentro de mi alma, aún hay ratos que me digo que Paco y Francisco no pueden ser la misma persona. Y es que nunca tuve tiempo de pensar tanto... El Paco con el que yo me casé no es así, ese extraño con el que ahora me acuesto y me levanto para volverme a acostar, ese extraño para el que cocino, para el que limpio la casa y con el que comparto el baño no es mi Paco, es otro, otro que no sé desde cuando tiene alquilado mi cuerpo y mi vida... Un alquiler que de vez en cuando cobro religiosamente, cobro en metálico y en especias. Pero siempre cobro, qué buen pagador has sido siempre.

Y aún no sé por qué. No sé cómo ni por qué hemos llegado hasta aquí. Como tampoco sé por qué salgo corriendo a por fideos finos, teniendo de tres clases distintas en casa. Como tampoco sé por qué de pronto mientras doy vueltas a esos fideos en la olla recuerdo que he soñado... Y no consigo recordar qué ha sido, sino que en un segundo me doy cuenta de que hasta esos sueños tenían color morado... Y eso escuece, eso duele más que todos los golpes, más que las quemaduras, eso duele dentro del  alma. Muy dentro. Y me rindo. 

Porque Paco lo que tú quieras pero tú en mis sueños no, mis sueños eran lo único que me quedaba...

Y ya sin sentir nada, sé que subí al máximo el fuego a sabiendas de que la sopa herviría, a sabiendas de cuánto te enfadaría Paco, a sabiendas de que esa sería la única forma de acabar con esta agonía de ir menguando poco a poco, siempre con el miedo de ir perdiendo todo, todo, la voluntad, la sombra y hasta los sueños.

Ya lo ves, anoche te despachaste bien Paco, pero yo también. Que lástima, se te acabó el entretenimiento marido, quizás yo ya no voy a poder jugar...

Pero una ultima cosa, sé bueno, anda, no corras más y solo contéstame a una cosa, ya sabes lo ignorante que soy...

Paco, dime ¿y cuándo uno se muere piensa?.

 
©Rocío Díaz Gómez

4 comentarios:

  1. Rocío, lo que más me gusta de tu forma de escribir es que las historias tan cotidianas que realmente parece que se están viviendo. Fuera de palabras demasiado estridentes o hechos inverosímiles, tus escritos se acercan al lector con tal naturalidad que eso sólo sabe hacerlo una gran escritora como tú. Gracias por compartirlo con todos los que paseamos tu blog.
    Un abrazo.

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  2. Muchas gracias compañera de letras. Viniendo de ti, que te peleas con el lenguaje como yo, doblemente agradecida. Un beso bien grande que vaya hasta Tenerife, Rocío

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  3. Buenos días a mis dos escritoras preferidas... ¡Pero qué guapas y sonrientes estáis en vuestras fotos!
    Tienes razón, Carmen Marina, Rocío tiene un don especial para escribir estas historias. Las escribe desde un punto de vista muy personal, y también muy original.
    Este relato es realmente crudo, Rocío, hasta se me ha hecho molesto leerlo. Tan crudo como el problema que lo genera.

    Un beso muy grande para cada una.

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  4. De eso se trataba de que doliera, crudeza con crudeza. Impotencia de unos, vergüenza ajena hacia otros, dolor... Qué dificil escribir sobre éstos temas, la verdad. Muchas gracias Iñaki por tu amabilidad y por tu paso constante por aquí. Un beso grande, Rocío

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